viernes, 25 de junio de 2010

Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

Acabo de arrojar un charquito de agua desde la taza al repasador. Una fina capa vuelta círculo líquido se hundió rápidamente en el entramado. Sin embargo hubo tres o cuatro pequeñas gotas redondísimas, casi perfectas, que permanecieron en la superficie unos segundos más para luego ser absorbidas por las mil lenguas de trapo.

Por qué permanecieron allí por más tiempo, qué determina ese lapso inexplicable entre el líquido puro vuelto gota y esa mancha húmeda que pretende asemejarse a una figura redonda.

Vuelvo a detener mis pensamientos en rituales sencillos, pero aún así asombrosos e inabarcables, casi tan ajenos a mí como lo son mis propias gotas o mis abundantes manchas de humedad. Encuentro el placer en ello, disfruto de comparar mis lágrimas, mis charcos, mis oscuridades, mis pozos de petróleo con el agua que corre por el túnel sin fin del repasador que la absorbe.

El problema es que no encuentro algo o alguien que haga las veces de trapo que se come mi líquido imperecedero, mi líquido eterno. Acaso lo busqué en los sitios ú ojos equivocados, quizás si no hubiera derramado tantos ríos en los mares del abismo ahora estaría ordenándolos por fecha y por colores, enjuagándolos en aguas más claras. Y al recobrar esa pureza esencial entonces sí, el mismo aire los absorbería, cada cosa que existe asumiría mi agua, torcería mis cursos y se tragaría el canto rodado.

Volviendo a la cuestión que trataba en un principio… El repasador ya está seco. Limpió su carne de trapo de aquellas impurezas que le perturbaban su movimiento molecular. Feliz, permanece ahora sobre la mesada de madera y sé que se regocija estallando sus átomos contra ella. Adquiere cada vez una mayor energía cinética y hasta parece que se estuviera moviendo, frenéticamente inmóvil sobre algo que no es él y sin embargo lo separa del vacío y lo protege. De alguna manera la mesada le da al repasador su existencia, de no ser por aquel sostén de madera el trapo quedaría pululando por los espacios etéreos que lo perforarían y lo despedazarían sin piedad sólo por su resequedad.

El vacío adora lo que moja, siempre está empapado. El vació rebasa de agua constantemente y no hay materia impura que logre secarlo. Lo líquido como lo puro, y entonces encontrar en el vacío la única forma de lograr esa pureza.

Mis ríos son la vida, son en el vacío y este último de ellos se alimenta. Llorar es nadar en el vacío que te atormenta, que te arroja al abismo y te ata de manos y piernas a una sola pared de más agua, carente de consistencia.

No hacen falta repasadores si se puede llorar y extraviar los ríos entre los mares del abismo. Pero me he cansado de derramar lágrimas sin sentido, de LLORAR EN EXCESO, aún sin soltar agua de mis ojos (sólo sintiendo los espasmos, el mareo y ESE FRÍO). Prefiero, aunque cueste tantísimo más esfuerzo, aunque me perfore hasta los labios sin dejarles una porción para besar, hallar el repasador que me absorba. Ahogar mis ríos en el trapo, y experimentar un deleite absoluto porque finalmente mis ansias de sed fueron perpetuadas. El agua me abarca y me excede en infinitas cantidades, mi cuerpo no es en ella, sino ella es en mi cuerpo. Por eso la necesidad imperiosa de tener sed, para dar con la certeza de que el agua se me escurrió de las manos (¡AL FIN!).

Acabo de arrojar un charquito de agua desde la taza al repasador. Mientras me preparaba el café colocando los granos en la taza y echándoles agua encima, sentía unas TERRIBLES GANAS DE LLORAR.

domingo, 20 de junio de 2010

Palabras Malas


De todos nuestros amores
sólo quedan palabras
apretadas en papeles
perfumadas en cartas
que demuestran que si el amor
existe no se dice
que si el amor existe no se escribe.

Otra palabra de amor apilada
sobre otras tantas palabras de amor
Toneladas de promesas
que pueden venderse al peso
Kilos de papel besado
¿cuánto pueden dar por eso?
Pulpa de amor de un árbol débil
en buena tierra
bajo un buen sol
regado con agua estéril.

Otra palabra de amor apilada
sobre otras tantas palabras de amor
Otra palabra de amor apilada
sobre otra palabra de amor apilada
sobre otra palabra de amor apilada
sobre otras tantas palabras de amor.


- Gabo ferro -

viernes, 18 de junio de 2010

En cualquier estación esperando una fatalidad, o un llamado del cielo.

Sólo te pido silencio, una marea incapaz de rasgar el sonido. El caos, el ruido, son sitios a los que ya no vuelvo, en los que no existo. Entre tus labios y mi boca no tiene que interponerse nada, ni una mínima gota de luz, ni una sola nota.
Intento explicarte la fragilidad de mis caricias, lo efímero de mis besos. Estoy tratando de decirte que en cuanto diste la vuelta me perdiste, que en cuanto cerré los ojos te esfumaste. No puedo sostener por demasiado tiempo la farsa, cualquier sobresalto me desplaza.
En un momento dado, me arrepiento de todo lo que te di o de lo que me he privado. Desconozco tus intenciones y no escatimo en precausiones. Se me notan las marcas en la frente, en las manos, en los ojos... ya ves, si te atrevés a quererme vas a tener que conocer la historia de cada una de ellas. Porque en cada una hay una porción de mí que no se ve, que jamás te voy a mostrar a no ser que escarbes.
Pero qué difícil te va a resultar encontrar la tierra en un jardín que se hizo agua...

jueves, 10 de junio de 2010

Hojas nuevas, hojas viejas, hojas vivas, hojas muertas.


Cuando cambiás hasta la forma de mirar sólo porque dentro de tus ojos hay recuerdos que no podés borrar. Qué pueden decir? Mejor el silencio y que llegue la noche.

Si no hay manera de ocultar la imagen precisa de tus besos en mis labios, de tus caricias en mi cara, de tus abrazos en mi cuerpo... entonces me doy por vencida, no voy a lograr cuidarme.
Y sé que no voy a poder cuidarte. Porque hace tiempo dejé de intentar salvarme.
Hubo un tiempo en que el mar se devoraba mis ríos, y ahora no sé ser ese mar que se come tus besos y tus abrazos, que se llena de color con tus cardúmenes de caricias y tus ojos de corales.
Soy todo lo que recuerdo, todos mis miedos, el animal muerto, y los espejos turbios (torcidos). Me sé todas esas cosas que no pude dejar de lado para abrirme camino. No es que no pueda prescindir de mi pasado, el problema es que no creo en mi futuro. Perdí la confianza, la inocencia, la ilusión... las dejé tiradas al costado del charco al que me caí, en el que me convertí.
No quiero creerte, y mucho menos quererte. Me cuesta horrores levantar la mirada sin sentir que solamente somos dos y la nada, y mientras vos leés en mis ojos el pasado, yo dibujo en los tuyos un futuro de lágrimas cansadas.
Perdón, pero no puedo confiar en tus palabras ni en tus acciones, ni en tus condiciones. El miedo es muchísimo más fuerte, y sabe perfectamente qué palabras utilizar para convencerme siempre de que no lo haga, de que no te deje el camino abierto, ni me atreva a dar otro paso.
Necesito una certeza monumental, una garantía colosal que me asegure que no me vas a quebrar todos los dedos, uno por uno, hasta dejarme sin palabras. La ráfaga anterior se llevó mis alas dejandome a cambio una muralla de proporciones aún no establecidas y no sé si seré capaz de volver a cambiar mi tapado de piel, para empezar otra vez.
No te imaginás lo horrible que es convertirse en lo que aborreciste, ser tu propio verdugo y cagarte mil veces en tu carne fría, matarla con tu propia materia de fuego, que ahí va. Asfixié mis alas con los músculos de mi espalda por pura pena, por haber dado con la única premisa verdadera en esta vida y asumir de ahí en más que la felicidad es artificial.
Voy a pedirte un favor, y es que no vuelvas. No sé si realmente este es el final, pero se ha compuesto la voz después de tanto grito y bueno será lo que en buenos términos acaba. Prefiero guardar tu recuerdo así, sin manchas de humedad ni olor a encierro... dejarlo entre las hojas secas y los silencios que nunca nos compartimos.

sábado, 5 de junio de 2010

Así no habrá para mañana otra luz que lamentar, al morir el desierto de sed de amar y de florecer

Percibo todo con tanta más intensidad. Creo que sueño un sueño que me enseña a soñar, y lo estoy soñando. YA es eso, un sueño que enseña a soñar que soñás estar aprendiendo a soñar. Y entonces, percibir de forma muchísimo más pura, más intensa que lo 'normal', no es otra cosa que aprender a soñar este sueño que sueña que aprende a soñar. Y sin embargo sé, tengo la convicción determinante de que el sueño no existe. Es decir que entonces, si no estoy soñando un sueño que me ensueña a soñar probablemente no esté soñando, siquiera existiendo. No sé cómo podrías no estar soñando, será que acaso sueño no soñar un sueño que me enseña soñar. Pero la percepción es tan estridente, rebosante de texturas y empapada de colores que me penetran, me desean el sueño que enseña a soñar y entonces ya no necesitás saber más nada (no debrías necesitarlo). Si es que estás soñando un sueño que te enseña a soñar, entonces... ya estás soñando.
El sueño es felicidad, que no existe o es artifical. Pero si es artificial es porque existe, algo que no es no puede ser tal o cual otra cosa que es. Pasaría a ser sólo por el hecho de estar asignándole una característica que nace de un concepto existente. Dibujar la felicidad en un papel y decir que es tan sólo un artificio de quien la dibujó por vez primera. Pero entonces estar admitiendo que existe y es real. Escarbando más hondo aún podríamos decir que no todo lo que existe es real, y que si la realidad es a la existencia como el agua es a la lluvia, estamos afirmando que todas las realidades paralelas que nuestra mente crea existen en verdad. Mi dibujo está mal, ese garabato no es la felicidad, pero sin embargo existe y es real... mi sueño es artificial, este que me enseña a soñar, se puede decir que existe pero no es real. El sueño que dibuja mi sueño que aprende a soñar que la felicidad no se puede dibujar, me está tornando artificial. Si el sueño puede dibujar entonces lo inexistente también puede soñar.

miércoles, 2 de junio de 2010

Coincidimos y no es casualidad ¡Qué mala suerte, no es casualidad!

In your head, in your head they are fighting

Desperté; o tal vez este sea un sueño más en esta noche de espejos rotos y sillas caídas. Lo único irrefutable en estas líneas es el frío. Una sensación que yo presumo en estrecha relación con sentir nuevamente la cabeza y los pies unidos por el mismo hilo.
Es sabido que por las noches, mientras andamos por lugares insospechados con el rostro pintado de celeste, nuestros pies quedan aferrados a las sábanas y la cabeza se retuerce furiosamente hasta desprenderse del cuerpo distraído.
Así que yo supongo estoy despierta, ya que prácticamente se me estanca la sangre a causa del frío; estalactitas rojas, filosas e inmundas. Quiero el Sol que me robaste mientras dormía, el hielo me agrieta la piel y sin mi capa de dermis ya no puedo mantenerme viva. No me ames, pero por favor no dejes que mi alma sucumba ante la nieve que me soplás al oído. Odiame, empero permitile a mis alas permanecer extendidas, ya no congeladas, más bien tibias.

Tu color es tan fuerte, más que el recuerdo de tener que sentirse bien.


Pido que las noches

no se quiebren en tu luz

y que las ventanas

sean grandes para el sol.

Cuando los almendros no se pasen de estación

buscaré más flores para darte mi canción de amor.


Pido atardeceres en los cielos de Beltrán

y que tus mañanas siempre sean para hablar.

Cuando los jardines no se pasen de estación

buscaré más flores para darte mi canción de amor.


Y si vos querés te voy a buscar

para que los días no se vayan sin pensar.

Y si vos querés te voy a buscar

y dejamos los caminos libres de humedad.


Pido tu mirada más alegre para mí

y que toda el alma se disuelva en el amor.

Cuando los almendros no se pasen de estación

buscaré más flores para darte mi canción de amor.


Y si vos querés te voy a buscar

para que los días se nos vayan sin pensar.

Y si vos querés te voy a buscar

y dejamos los caminos libres de humedad.



Lisandro Aristimuño - Canción de amor

Mejor no me lo digas, guardemos secretos... tengo una lista de películas que quiero ver.

En la próxima, a mitad de cuadra, de mano izquierda. Ahí donde está el tacho negro.

La noche aplaudía, una vez más, el final de su obra favorita. Incontables veces había escuchado aquella frase inalterable, cuyo remate triunfal iba de la mano del sonido hueco que emitía la puerta del auto al cerrarse.

Nada resumía mejor aquel espectáculo nocturno que ese concluir en un acto simple, pero determinante.

De vez en cuando, le seguía un cafecito entre humo y alguna conversación casual o simplemente una rápida despedida con un ‘¿Cuánto te dejo?’ de por medio.

Al finalizar este último acto, la noche se desperezaba y permanecía estirada a sus anchas hasta la llegada del nuevo día. Él se refugiaba entre las paredes blancas de su casa, y si resolvía echarse directamente en el colchón no se dormía sin antes pensar que quería pintar en esa pared inmaculada una piola obra de arte. Algo así como plasmar la gráfica de Pink Floyd ‘The Wall’ o la última frase de aquel texto: SOS IMPENETRABLE.

Todavía le quedaban rastros de alcohol en sangre y alguna que otra sustancia, ahora bien guardada en el puf que asoma, inocente, a los pies de la cama.

El fin de semana es así, tiene cara de borracho y piel de cartón. Aliento a whisky y un palo en la mano. Gusta de capotear autos y baila de costado con una mano arriba y la otra en la cintura. Pillo patán el inocentemente llamado ‘finde’.

Solía encontrarse con el entre vaso y vaso de fernet, seguramente hayan sostenido una buena conversación sobre política o el faso.

De cualquier manera, ya se escuchaba el tempo tanguero del domingo que silbaba cada vez más cerca. Y nuestro actor único permanecía inmóvil sobre el acolchado. Completamente vestido y con un pucho en la boca, entre tanto divague se le había vuelto necesario.

Las sábanas del sueño se mostraban cada vez más tentadoras y el mareo comenzaba a ceder. Podía tragar saliva sin sentir el gusto a branca en la boca y a sus ojos rojos les había vuelto su color natural. Sólo restaba dormir… pero no sin antes desinfectarse el arito.