jueves, 15 de abril de 2010

Cecilia


Te conozco y sé que tus hombros son dulces, que desde ellos bajan ríos por el cauce de tus brazos.
Te conozco y sé que en tus uñas acmulás la sal que luego embadurna tus palmas y hace de tus manos un mar.
Te conozco y sé que tus codos están repletos de cantorodado, tanto así que cuando llueve se escuchan sus reclamos.
Te conozco y sé que tus dedos son como olas que azotan sin clemencia los vaivenes del viento, o acarician hasta erosionar los obstáculos del tiempo.
Te conozco y sé que tus venas están abiertas, que el rojo de tu pañuelo se tiñó en los discursos de tu mente despierta.
Te conozco y sé que tu cabeza nunca cesa, que hace y deshace tus ríos, que los nombra y les otorga sus minerales.
Te conozco y sé que tus ojos imitan el brillo del Sol cuando llega la noche y se hace más espesa.
Te conozco y sé que tu boca grita suave y calla con firmeza.
Te conozco y sé que no hace falta describirte si es que puedo amarte.

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