viernes, 26 de febrero de 2010

“Eran las diez y cuarto. Entré en el casino con una firme esperanza y al mismo tiempo con una emoción que jamás había sentido. Todavía había gente en los salones de juego, aunque dos veces menos que por la mañana.

A las once no quedan en torno a las mesas más que los verdaderos jugadores, los jugadores inveterados, para quienes, en los balnearios, no existe sino la ruleta. Sólo han venido por ella, apenas observan lo que sucede en torno suyo y no se interesan en ninguna otra cosa de la temporada. No hacen más que jugar desde la mañana a la noche, hasta el alba si fuese posible. Se van siempre a disgusto cuando a medianoche se cierra el casino. Y cuando el más viejo de los croupiers, antes de cerrar, un poco antes de medianoche, anuncia: <>, están dispuestos a jugarse en estas tres jugadas todo lo que llevan en los bolsillos, y, de hecho, a estas horas es cuando más grandes cantidades se pierden.” (Pág. 111)



El jugador - Dostoievski

Hasta que el Sol, Muchacha, te haga reír hasta llorar... hasta llorar.


A mi hada - TE AMO


Voy a empezar a escribirte, porque ya te lo dije hace tiempo: “yo te escribiré, yo te haré llorar”... Quiero que llores para que toda la sal de tu cuerpo arda ante la majestuosidad de la luz. Una vez afuera, las lágrimas ya no pesan tanto; una vez afuera la sal no se nos queda anudada a la garganta. Cuando lloramos dejamos que todo el vacío que nos embarga (qué paradójico, no? un vacío que nos desborda) se haga gota y fluya eternamente por entre los pliegues del aire, de la tierra y de las cosas. A veces las lágrimas quedan atoradas en un picaporte, en un aula, en un libro, en un sillón, en la bendita almohada; o por el contrario se enredan con los hilos del aire que exhalamos en el suspiro final (el que sigue al espasmo) y dejamos que el agua corra hasta la tierra para que sea absorbida y transformada. Así, cuando nos tiramos en el pasto y sentimos que algunas gotas se nos quedan adheridas a la espalda, ya sabemos que por allí hubo sal en las mejillas, que hubo vacío y también espasmos.

Pero no me quiero desviar del asunto, lo que yo quiero que entiendas en este texto es que llorar recompone universos, suprime mundos, regala magia. Y esto es porque llorando se moja la arena seca y podemos reconstruir el castillo de arena que supo deshacer la marea; porque esos mundos que nos destruyen, las esferas de tiempo y sentimiento que nos esmeramos en separar geográficamente y en asignarles un nombre determinado, esos planetas de sombras que pueden tener nombres propios, ARDEN con la sal, llorando esas cosas de las que hacemos ‘un mundo’ estallan en mil pedazos; por último, llorando uno ve cómo las cosas se desdibujan y se vuelven a recomponer, se componen y se vuelven a borronear. Llorando concebimos desde nuestros ojos una realidad llena de agua y sal que puede sernos de lo más fantástica y acogedora, el brillo que queda en la mirada luego de llorar es el más puro y mágico que puedas alguna vez recrear; no hay pigmentos que logre emular el brillo intenso de una mirada que supo exprimirse el alma y alzar los ojos nuevamente hacia la luz. En fin, “Llorá bien, abrí los ojos, y después seguí bailando...”. Todo para liberar al llanto de todas esas malas concepciones que de él suele tener la gente. No es que quiera que estés mal, pero que cuando lo necesites llores y lo entiendas como un ritual hermoso, no como algo inevitable de nuestro estado de seres humanos.

No sé por qué, pero esto es lo que me salió escribirte para estos 17 años. Tal vez para no sentirme tan culpable cada vez que no puedo estar ahí para abrazarte si llorás, porque no puedo aliviar todos tus dolores, y tu alma tiene más sal de la que toda mi agua podría absorber. Y está perfecto que sea así, pero yo quisiera tener el poder de hacerte siempre bien, de reducir hasta el hartazgo cualquier sombra que te quiera despojar de luz. Entonces diciéndote todas esas cosas acerca del llanto, así como sucedió con los charquitos, puede ser que me tengas más presente en el momento en que tengas que pasar por eso. De esa manera, estar acompañándote de alguna forma.

Y cuando te rías, mi hada verde de los campos, toda esa sal se revolucionará dentro de ti; cada grano va a colisionar contra tu piel y vas a sentir el cosquilleo estimulante de su danza por la pista de tu cuerpo. Reírse es como abrazar bien bien fuerte a alguien muy querido, se siente un calor tan intenso y metafísico que hay que cerrar los ojos y apretarse bien fuerte contra el otro, porque sentimos que se nos vence el cuerpo, que se nos va a escapar el alma (puesto que la risa es la música del alma y es bien sabido que en el aire las notas suelen perderse).

jueves, 25 de febrero de 2010

Y ya sin condición ni distancia, VUELVO a quererte...

Si es bueno lo que bien acaba

esto ha sido bien malo

Si malo es el comienzo

malo es el final


No se olvida el golpe en la disculpa

ni el grito en la caricia


Si malo fue comienzo

malo será el final


Un retiro terminal de tu aire firme

un cultivo de sal te dejo al irme


Este partir es partirme

partida al llegar

entero al irme


Se ha compuesto la voz después de tanto grito

Ahora escarbo en los colores

me deslizo en lo alto


Si bueno es el comienzo

bueno será el final


Salgo a pasearme en la oscuridad perfecta

que antes tanto temía


Soy una aurora limpia

sobre tanta dicha negra


Un retiro terminal de tu aire firme

un cultivo de sal te dejo al irme


Este partir es partirme

partida al llegar

entero al irme.



-Gabo Ferro; Retiro Terminal-

martes, 23 de febrero de 2010

lunes, 22 de febrero de 2010

dieciocho veces once y diecinueve veces noventa y uno



Nunca, que es fijación intermitente de una luna que se agiganta y redobla la oscuridad.

Basta, siempre salta de tu boca la palabra última, la que termina con todo, la que me reduce y me da descargas.


Suelo, que me llena la boca de tierra, de agua, de semillas que se colocan en mis muelas y hechan raíces.


Flores, debajo de mi lengua guardo los pétalos de sal que te robé aquella vez, mientras dormías.


Lluvia, vuelvo a ser charco, a dejar que me pisen, que se mojen con mis desos aguachentos.


SOS LO ÚLTIMO QUE QUERÍA

ME DEJÉ LA MUSICA ENTRE TUS MANOS,
y la quiero de vuelta.


YA NO VOY A CALMAR TU SED...
ni la mía.

SE HIZO LO QUE SE PUDO, y más también

ME DUELEN TANTO LOS OJOS,

no quiero abrirlos nunca más

VUELVO, SIEMPRE VUELVO,
es el ocio, la necesidad, la certeza de ausencia


DESAPARECÉ, CONSUMITE,
aprendé a querer al menos al silencio











(te quiero)
no, ni un poco... te detesto y me aborrezco a mí con respecto a vos.
Lo que me hacés ser, lo que me sale ser,
lo que no puedo evitar cuando estoy con vos.

Digo... hace media hora que te estoy hablando, y seguís sin decirme nada.


domingo, 21 de febrero de 2010

So fucking special

Me fui a la playa, me fui a la noche, me voy a morir. Te fuiste a la playa, te fuiste a la noche, te vas a morir. Nos fuimos a la playa, nos fuimos a la noche, nos vamos a morir.
Pero es tan absurdo el juego que no somos más que dos idiotas intentando apresar entre las manos un vendaval de carne y de tiempo. Por eso nos gusta llegar a la orilla y ver el mar, reconocer nuestras bocas en la escollera. Si de todas formas somos dos extraños perfectos, casi juntos de tan separados...
Y siempre va a ser de noche, aunque el Sol siga en el cielo. Estar en vos, estar con vos, es noche y Luna; estrellas que se me pegan en todo el cuerpo. A veces es brillar, otras, dejar que me consuman la oscuridad y los gritos ahogados del sueño.
Sabés y sé que se termina acá, que no hay nada más por hacer, ni por decir, ni por lograr. Que fuimos hasta el extremo y un poco más, que empezamos a sentir y ya no nos podemos ver.
Será cuestión de que alguno de los dos se anime primero, y contribuya a que el otro lo asuma rápidamente. Cuestión de qué entonces?... Pues, de decirnos 'Adiós'.

domingo, 14 de febrero de 2010

El bello fiero amor que tanto miedo da

(...)Aborrezco –admito que no es necesario tomarse con demasiado dramatismo esta proclama– la mercantilización del único momento en la vida en que hombres y mujeres se justifican ante la absurda inmensidad.

Acá, es decir, en la frase que sigue a continuación, planto bandera y cavo trincheras: el amor no es una alegría, aun cuando signifique nuestra felicidad. Sólo quien no se ha enamorado nunca cree que el amor está ligado a la belleza de la vida. Todos sabemos que tiene puntos de contacto con la dignidad del egoísmo, con la templada propiedad, con el deseado desgarro, con la renuncia sublime, con la enajenación, con la sagrada y venerada estulticia. Todos sabemos que el amor nos vuelve “Hitleres” de entrecasa, sutiles “Napoleones y emperatrices” o mínimos “Mozarts” de salón. Y siempre, siempre, en defectuosos y prepotentes poetas.


Imposible saber qué es el amor en términos de universales. En mi caso siempre se ha presentado en forma desagradable, con un espasmo en el pecho, con una revolución en las entrañas, con un leve y sostenido mareo existencial y un temblor incontrolable en las piernas. Sazonado, claro, con el espejismo de creer que la presencia de ella hacía más habitable el mundo y con la necedad de creer que yo podía ser mejor de lo que era. Hasta ahí los síntomas. Ahora intentaré una definición por extensión ya que, como se sabe, definir el amor por comprensión es una quimera.



Amor es: (...) es la mujer que se quedó al lado de su hombre sabiendo qué él no la amaba, y es ese hombre que se quedó con ella aún cuando no la amaba, porque ambos, tal vez de forma mezquina, se amaban,(...)







Crítica digital - Contratapa

Por Hernán Brienza

Vale la pena: http://www.criticadigital.com.ar/index.php?secc=nota&nid=37626

jueves, 11 de febrero de 2010

Desatormentándonos

¿Cómo acomodo mis ideas? ¿Cómo haré para desenredar este ovillo, mi ovillo, YO ovillo? Tal vez la clave esta ahí mismo, en saber convivir con el nudo, con los hilos enmarañados, atascados, tan inseparablemente juntos.

De alguna manera sé que no voy a poder contra él, contra mí, contra todo lo que significa tener un ovillo en el alma. Como ya he dicho, algunas veces logro disminuirlo cuando lloro, al hilvanar parte de él en las lágrimas que derraman mis pupilas.

Pero nunca es suficiente, quizás ya nunca lo sea.

Suelo ser feliz con él dentro de mí sintiendo a cada paso su ir y venir de pelota, de esfera que rueda, que se mece desde mis manos hasta mi cabeza. Porque hay que aceptar las cosas como son, hay que aceptar a las personas como son. Y cuando vos me quieras vas a querer también al ovillo, a sus hilos y nudos, a sus colores y su perfume.

Te gusta jugar con él, en esos momentos en los que preferís no emitir sonido y optás por tocarme. Pero aunque me agrade sentirte tan cerca de mí, cuando los hilos se te van enrollando en los dedos y vos ‘nervous as a kitten’ arrojás el ovillo al fuego, quisiera arrancarte una por una las uñas de miedo, de indiferencia, de narcisismo que endurecen tus garras. Garras de negación, de obstinada resistencia. Porque no podés con la responsabilidad, con la realidad de que logre recubrir de mí todos tus dedos, tu cuerpo entero; así, entonces vos también ovillo.

Y quisiera que entiendas que no importa si las garras son tuyas. Me molesta (¡me duele!) que existan y se interpongan en mi camino siempre, como una constante absurda que se burla de mi ovillo chamuscado y ceniciento. Hoy tienen tu nombre inscripto, pero mañana ese nombre comenzará con otra letra y yo voy a sentir la misma impotencia, las mismas ganas de salvar al ovillo del fuego.

Se preguntarán entonces cómo es que aún me quedan más y más hilos para seguir ovillando.


Es por eso que escribo, mi ovillo se alimenta de palabras, y esas… esas me sobran.

domingo, 7 de febrero de 2010

...y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.



Ahí va; tu cuerpo al fuego ahí va. Ahí va tu cuerpo al fuego. Que lo consume pronto, lo acaba sin tocarlo porque a un cuerpo traidor no lo quiere ni el diablo. Ni el diablo, ni su fuego, ni el barro de un pantano pues a la vida que ahí vive tu cuerpo le da asco.
Ahí va;
tu cuerpo al fuego ahí va. Ahí va tu cuerpo al fuego. Lo quema en mi memoria y en la de los recuerdos de las historias sanas y de todo lo bueno. Ardiéndolo en el aire la tierra lo agradece, no tendrá que pudrir lo que podrido viene.
Ahí va; tu cuerpo al fuego ahí va. Ahí va tu cuerpo al fuego. Ahí va; tu cuerpo al fuego ahí va. Ahí va tu cuerpo al fuego

jueves, 4 de febrero de 2010

Menos mal, no

El pájaro ahora soy yo. Cuánto más triste es saber el final de ante mano... Ya quisiera yo el beneficio de la duda. Sólo me queda la muerte silenciosa; como quien no quiere la cosa, dejar de sentir y ya no respirar.
Estúpida inocencia la mía, maldita credulidad de sentir que podía llegar a tocarte. El pájaro muerto eras vos, o era yo... o simplemente nos dimos a la muerte desde un principio y hasta lo último. Llevé al extremo algo que no quería precipitarse hacia ningún lado. Siempre yo, nunca vos, y sin embargo, MUERTOS.
Nunca volé realmente, siempre anduve por lo bajo, pues el miedo no conoce el silencio y gustaba de susurrarme el final al oído. Terminaría por caer, ya sea estando muy alto o al ras del suelo... en caer, una constancia eterna y cruel.
Te di plumas y de vos arranqué otras. Tus gestos no eran más que palmaditas en la espalda, dulces para calmar los caprichos de la nena absurda que supe ser cuando me sentabas en tu regazo.
Qué equivocada estuve siempre, por meterte en una burbuja totalmente ficticia, de humo, de cigarro, de tiempo. Cuatro al hilo, eso sos vos... cuatro cigarrillos quemándome la garganta uno tras otro, encendiendo mis lágrimas, consumiendo mi bronca, evaporando mi esperanza. Y si mi pulgar roza reiteradas veces tu colilla de negada resistencia, la ceniza cae y dibuja los hilos grises del desvío. Del camino no compratido, ya no más beso, tampoco boca. Ya no tu lengua escarbando mis silencios, mis abismos, mis 'te quiero', mi nicotina húmeda.
Esta vez es distinta de otras veces, mi tijera furiosa corta tus ojos y me los regala, yo piso tus pupilas y la tierra se las traga. CORTANDO EL AIRE, ABRIENDO LA TIERRA, ESTALLANDO LAS HORAS. Camino por nuestros días y sólo quiero destruirlo todo, porque nunca empezó, porque así las cosas tampoco se puede terminar nada.
Me llevo las palabras, las mordidas, las remeras levantadas y los cabellos entrometidos; que ya no te vuelvan mis sombras de chapa, ni las girnaldas de mis abrazos, ni la canción que nunca quisimos regalarnos.
Intenté, jamás intentaste... y ya no está todo tan perfecto, porque nunca te importó y si bien plin-plin, coche y alguito de amor, lo tuyo fue siempre un NO. Y hoy YO soy la que dice que no, que se cansó del límite, de tener que afirmar tus negativas, de robarte el tiempo y algunos besos.

Estoy vacía, yo que tanto tenía para darte.

Me dejaste sin ganas, y con la sola certeza del fracaso, de la desilusión podrida y apelmasada. Te saludaría, pero no vale la pena. Tus 'hola' nunca significaron más que eso: H O L A, eso es lo mismo que nada, las letras no dicen, translucen... y vos nunca proyectaste amor. Tal vez ahora mismo te esté carcomiendo mi silencio, pero a mí me importa muy poco, porque yo ya estoy devorada por los tuyos.

No voy a despedir a quien nunca pude darle la bienvenida.

Tal vez si me fumo un cigarro... pero no, mejor no hablar de ciertas cosas. Digo, después de todo si no hay un espacio en blanco el pintor no puede hacer su obra de arte.

lunes, 1 de febrero de 2010

Pluma sin vuelo


Hoy, cuando desandaba el camino de todos los días de vuelta a mi casa, me topé con un pequeño pajarito que al parecer se había caído del nido. Se encontraba en plena calle, boca arriba, con las alas crispadas. Abría su pico, pero era en vano, ningún sonido salía de su cuerpo.

Lo tomé entre mis manos, era realmente diminuto y no parecía tenerme mucho miedo. Resolví acariciarlo un poco (sus plumas eran irresistiblemente suaves), y lo observé detenidamente por unos segundos. Entonces fue cuando concluí que había algo de accidente aéreo en ese lienzo de pájaro en el suelo. Y aunque miré hacia todos lados, mi cuello, algo resentido, abandonó rápidamente la búsqueda del árbol que quizás había arrojado al viento a ese pequeño ser alado.

Sin dejar de disfrutar del hermoso contacto entre mi piel y sus plumas, intenté encontrar un lugar en el cual dejarlo ya en paz, quizás esperando, o bien agonizando. Mucho no podía hacer por él, tampoco quería alejarlo de allí por miedo a que sus progenitores anduvieran cerca. Así que decidí apartarlo de la calle y colocarlo en el pasto del baldío.

Pero eso no fue todo… hubiera sido tan simple depositarlo en el suelo mullido, saludarlo con un leve gesto y seguir caminando. Algo había en el aire que no quiso que terminara así la historia; pues al dejarlo entre algunas ramas empezó nuevamente con sus sacudidas cuasi epilépticas y cuando intenté tranquilizarlo y reacomodarlo en la tierra… cerró sus ojos, dobló su cuello y ya no se movió.

Lo moví con una rama, pero no reaccionó; intenté tocarlo con mis propias manos para corroborar si realmente estaba muerto… y di con una certeza cruda e inconmovible: no logré tocar el cuerpo ya sin vida, un pájaro muerto, el mismo que había estado acariciando largamente minutos antes ya no podía ser rozado por mi mano tibia. El frío que dejó en su cuerpo el último aliento paralizó mis dedos y necesité detener el contacto en el instante mismo en que mi dedo sintió pluma que ya no sería jamás parte del vuelo…