domingo, 3 de enero de 2010

El Duende y la Flor

Entonces, desde el centro mismo de la Tierra emerge una melodía estridente y transformadora. Los delicados pétalos comienzan a danzar lentamente y poco a poco descubren el celado núcleo que revisten con sus finos cuerpos. En cada nuevo movimiento, el Sol derrama una tibia caricia en forma de luz que hace estremecer a la flor misma hasta abrirla por completo; dejándola sumida en la mas embriagadora pereza, en la que sólo puede permanecer así, dándose al mundo tal como es, con su fina belleza y su orgánica pureza.

Y la música sigue llenando el vacío entre las moléculas del aire; ahora también la flor aporta su presencia resplandeciente a la imagen. Un duende que estaba observando el amanecer comenzó a oler una fragancia dulce y penetrante, que le invadía las narinas y cuando le llegaba al alma le provocaba estallidos de luz y color. Recorrió con la vista el estanque cerca del cual estaba recostado y vio (como la materialización misma de la magia) una flor cuyos pétalos color crema y núcleo amarillo-verdoso capturaban en su esencia el poder revitalizador de los rayos del Sol y la energía natural del agua y la tierra.

Por fin pudo salir de su asombro y caminó hasta ella. Quería comprobar si además de su perturbadora belleza, el aroma que le estaba desglosando las fosas nasales provenía de aquella flor. Se acercó lo más que pudo y realizó una inspiración profunda y completa en la cual sintió que una ola ardiente y perfumada lo invadía completamente, le colmaba las arterias y se escurría hacia todos los resquicios de su cuerpo y, por qué no, también de su alma.

Sobrecogido por el efecto que en él causaba el aroma de la flor, cayó en un sueño profundo y asimétrico que lo hizo entrar en las profundidades de la irrealidad y también del estanque. Totalmente inconsciente, no hubo reacción alguna de parte de su cuerpo ante la caída instantánea en el agua que ya le comenzaba a llenar los pulmones; tampoco su mente percibió la situación en la que estaba, puesto que el ensueño le vedaba las neuronas y capturaba cualquier pensamiento que no alimentara la fantasía descollante que se apiñaba en el hipotálamo.

Inalterable, la flor permaneció inmóvil, también ella en el estado de alucinación que, en su caso, el Sol le provocaba. Fue entonces cuando ambas figuraciones se confundieron en una sola y tanto el duende como la flor fueron protagonistas de un mismo delirio, contribuyeron a escribir una misma página de aquel cuento ilusorio. Al principio no se reconocieron, pero pronto el duende volvió a reconocer en ella la materialización misma de la magia que antes lo había deslumbrado. Fue inútil su intento por articular palabra, puesto que en esa realidad irreal, simplemente las palabras NO existían. Sólo bastaba con observar los ojos del ser que se tenía delante y la comunicación fluía por un puente invisible que conectaba ambas almas en la misma sintonía.

La flor, vuelta hada de luz en este pacto con el absurdo, sintió cómo el duende le transmitía una extraña energía. Tardó unos instantes en comprender que aquello significaba amor, pero cuando lo hizo, experimentó la irrefrenable sensación de un amor recíproco hacia aquel tierno ser que acababa de conocer, pero que creía haber llevado consigo toda su vida.

Ambos se fundieron en un abrazo cósmico que los elevó más allá del tiempo y el espacio y los dejó flotando en la inmensa eternidad de la magia, que los había conducido a través del amor hasta ese momento.

1 comentario:

  1. ¡¡Què hermoso!!
    No quiero creer que lo que leo se relaciona con mi vida, como me pasa con muchas escritos que por provocar esto siento que son los que realmente me gusta, pero no sè si vos notaste la relaciòn que hay... Quizàs estoy flashando yo, que es lo màs probable, pero si lo haz escrito por algo particular serìa genial que me lo comentes, porque ya me duelen los pensamientos! (risas)
    Te amo ya y ya es mañana.
    Un beso de hada complementaria.

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