lunes, 29 de marzo de 2010

Los recuerdos son reflejos de espejos turbios, torcidos.

Extraño… ¿te extraño? Ya ni sé. Es difícil dar con el carozo de las certezas frente a este recuerdo con piel de durazno. Se siente tan bien jugar a deslizar entre mis manos esa suavidad tan inocente, absurda y efímera. Siempre cae la fruta y el juego termina, no hay un instante más triste que este mismo, en el que debo comenzar a limpiar mi propio desastre.

Sin embargo, mientras dura la partida, muerdo su cuerpo blando y se me quedan pequeños hilos de tus besos entre los pliegues de la boca. Hundo los dientes a la espera de encontrar en el fruto el sabor de tus labios que tan bien supieron dejar resabios de vos en los míos.

El juego cuenta con varias etapas. Cuando pienso (mejor dicho, cuando recuerdo), mi lengua comienza a buscarte, intenta rescatar algún pedazo de vos que haya quedado escondido en algún lugar de mi boca resguardado de las inclemencias del tiempo y de la nicotina.

Si no, me muerdo los labios, los aprieto bien fuerte quizás esperando que exploten y dejen salir de ellos tu saliva.

De cualquier forma todo lo que haga resulta en vano, el durazno igual se cae. Miralo, ahí está… SANGRANDO.

Ya no hay más besos tuyos en mi cuerpo, y creeme que busqué por todos lados: estallé piel, revolví sangre, quemé huesos, rasgué músculos, partí uñas, perforé ojos, corté venas, retorcí arterias... pero nada, me has despojado de vos como el árbol se sacude las hojas en otoño. Me es inevitable esta caída idiota rumbo al suelo, a la tierra que conseguirá descomponerme con la ayuda infaltable del agua, del sol y del viento.

Pero yo no quiero (…), me gustaba ser hoja, ser tuya, adornarte con el verde de mis ojos. ¡QUÉ NO LLUEVA MÁS! ¡QUÉ SE ESCONDA EL SOL! ¡QUÉ SE DETENGA EL VIENTO!

¡QUÉ SE ACABE EL JUEGO!

Porque jugar significa durazno,

Significa recuerdo…

Me cansé de vivir del pasado, de llevar mi imaginación hasta el extremo (Y PASARLO) sólo para volver a tenerte en mí, para que vos me tengas. Es más, ni siquiera me gusta el durazno. Y sin embargo lo disfruto porque sos vos, porque es lo más parecido a un beso que puedo darme, darte.

Escupo el carozo, un texto nuevo. ¿Ves? A esto me refiero, lo que me duele, lo que me mata… es el juego, y con él la hoja. Lo único de mí que pudo germinar en vos, arrancado, solitario, reducido a nada. Porque una hoja seca, sólo sirve para hacerla sonar, y yo sueno a durazno, a durazno sangrando.

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